Época: Rel int Europa
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914

Antecedente:
La época de Bismarck

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Los años que siguieron a 1871 fueron de relativa calma internacional. Un importante factor fue la normalización de las relaciones franco-alemanas, dada la voluntad de Thiers de cumplir los acuerdos del tratado de Francfurt, y el hecho de que consiguiera los fondos necesarios para pagar los 5.000.000 de francos de indemnización, con seis meses de antelación según lo previsto, adelantando de esa forma la total evacuación de las tropas alemanas de los territorios ocupados.
El contenido del primer sistema bismarckiano fue el conjunto de acuerdos firmados por Guillermo I de Alemania, Francisco José de Austria-Hungría y Alejandro II de Rusia, que se conoce como "Dreikaiserbund", la "Entente de los Tres Emperadores". Tanto Austria-Hungría como Rusia estaban realmente interesadas en contar con el apoyo alemán, de cara a sus pretensiones de expansión territorial en los Balcanes a costa del Imperio turco, cuya desmembración parecía inevitable. Bismarck, por su parte, también buscaba algún tipo de alianza con estos países de forma que quedaran al margen de la órbita francesa.

No había obstáculos especiales para las relaciones entre Austria-Hungría y Alemania. Bismarck había actuado generosamente con los austriacos después de la batalla de Sadowa -contra el criterio del rey y del Estado Mayor prusiano- y ahora pudo recoger los frutos. Al frente del ministerio de Asuntos Exteriores en Viena estaba el húngaro Andrassy, quien había abandonado cualquier proyecto de recuperar la influencia austriaca en Alemania, y orientaba sus pretensiones exclusivamente hacia los Balcanes. "Lo mejor para Europa -decía Andrassy- es que nosotros, que no tenemos tendencias paneslavas, protejamos y desarrollemos los Estados eslavos en Turquía, para llevar a cabo, a su debido tiempo, la misión civilizadora que quizá Turquía no pueda cumplir". Tampoco había problemas graves entre Alemania y Rusia. Las relaciones económicas entre ambos países eran muy intensas, con un importante comercio bilateral y crecientes inversiones alemanas en la industria rusa. El zar, por otra parte, temía las consecuencias que para sus pretensiones sobre los posibles despojos turcos tendría el acercamiento entre Berlín y Viena.

Los tres emperadores se reunieron en Berlín en septiembre de 1872 sentando las bases de los acuerdos posteriores. Éstos fueron: 1) el tratado rusoalemán de 6 de junio de 1873 por el que, en caso de ataque de uno de los imperios por una potencia europea, el otro intervendría inmediatamente con una fuerza de 200.000 hombres; no fijaba limite de tiempo, pero establecía que podía ser denunciado por una de las potencias con dos años de antelación. Y 2) el tratado ruso-austriaco de la misma fecha, por el que ambas potencias se comprometían a consultarse en caso de agresión por un tercer país, o si sus intereses eran divergentes; Alemania se asoció a este acuerdo el 22 de octubre de 1873.

Los primeros problemas internacionales que surgieron demostraron que la "entente" era, como se ha dicho posteriormente, "una estructura vacía". Aunque se ha presentado a veces como una nueva Santa Alianza, poco tenía que ver con aquel proyecto de Alejandro I. Sus fundamentos eran básicamente negativos: impedir que los demás obtuvieran ventajas. En realidad, cada uno de los tres imperios tenía pretensiones propias -contrapuestas o no- que ninguno de los otros dos estaba dispuesto a respaldar firmemente.

Así quedó demostrado en la crisis franco-alemana de 1875. La caída de Thiers y su sustitución por Mac-Mahon al frente de un gobierno de tendencias monárquicas y católicas, en mayo de 1873, había alarmado a Bismarck, quien temía el espíritu revanchista de los monárquicos y el apoyo que los católicos alemanes, contra quienes estaba empeñado en la "kulturkampf", pudieran recibir de sus correligionarios franceses. Pero lo que ocasionó la crisis fue la reorganización del ejército francés llevada a cabo en marzo de 1875. Una ley previa ya había establecido el servicio militar obligatorio en Francia, aunque con numerosas excepciones, fijando su duración en cinco años; lo que se hizo ahora fue un arreglo técnico por el que, sin aumentar los efectivos militares en tiempo de paz, se incrementaba el número de oficiales y suboficiales. Para Bismarck aquello era señal de que Francia se preparaba para la reconquista de sus provincias orientales, e inspiró una campaña de prensa y una ofensiva diplomática en favor de la conveniencia de emprender una guerra preventiva. Si "la revancha es el pensamiento íntimo de Francia -decía un embajador alemán a un colega francés- ¿por qué esperar para atacarla, a que haya recuperado fuerzas y establecido alianzas?"

El ministro francés de Asuntos Exteriores, Decazes, planteó abiertamente el problema ante Gran Bretaña y Rusia. Disraeli se contentó con enviar una nota diplomática, pero el zar intervino personalmente y acudió a Berlín para entrevistarse con el emperador. Al mismo tiempo, Gorchakov, su ministro de Exteriores, exigió por escrito al canciller alemán seguridades de paz. Para Bismarck quedó claro que Rusia no era precisamente un aliado incondicional.

Fue la crisis balcánica de 1875-1878 lo que liquidó la "entente" de los tres emperadores. Los acontecimientos empezaron en julio de 1875 con unas sublevaciones, de carácter nacionalista y social, en Bosnia y Herzegovina, que pronto se extendieron a Bulgaria. La represión turca fue brutal. Gladstone, medio apartado de la política por entonces, denunció las "horrores búlgaros" en un folleto apasionado, que alcanzó una gran popularidad. Las potencias europeas, sin embargo, se mostraron mucho más pasivas. Disraeli, con la aprobación de la reina Victoria, quitó importancia a unos acontecimientos que, al debilitar a los turcos, favorecían a Rusia e iban, por tanto, contra los intereses británicos. Sólo los pequeños principados de Serbia y Montenegro declararon la guerra a Turquía, pero, para sorpresa de todos, fueron vencidos rápidamente. Turquía sería "el hombre enfermo", pero se mostraba lejos del colapso. En enero de 1877, el sultán rechazó un plan británico que proponía la celebración de una conferencia internacional para adoptar medidas respecto al Imperio turco.

En estas circunstancias, Rusia, que había estado reprimiendo sus deseos de actuar, pasó a la acción. El movimiento paneslavo, para el que la "cuestión de Oriente" tenía una enorme trascendencia histórica, ejercía una influencia profunda en los medios intelectuales y próximos al poder. Después de haber sondeado la opinión de Bismarck sobre si Alemania permanecería neutral en caso de una guerra entre Rusia y Austria-Hungría, sin conseguir del canciller alemán más que una respuesta evasiva, llegó a un acuerdo con el gobierno de Viena por el que éste consintió en la intervención rusa contra Turquía a cambio de recibir Bosnia y Herzegovina. La guerra comenzó en abril de 1877 y ante la inesperada resistencia turca se prolongó hasta enero de 1878, cuando los rusos alcanzaron Constantinopla. A continuación entablaron conversaciones de paz directamente con el sultán, llegando por el tratado de San Stefano, de marzo de 1878, a establecer condiciones muy favorables para Rusia.

Las demás potencias europeas, en especial los gobiernos de Londres y Viena, consideraron que Rusia se había excedido absolutamente, rechazaron el tratado de San Stefano por unilateral, y se mostraron firmemente dispuestos a actuar, incluso por la fuerza. Disraeli que ya había enviado a la zona la flota del Mediterráneo, puso a ésta en estado de alerta y convocó a los reservistas del ejército. Andrassy, después de decretar la movilización del ejército, hablaba de comenzar las hostilidades inmediatamente. El gobierno ruso, consciente de su falta de capacidad para enfrentarse a una oposición semejante, dio marcha atrás y consintió en que un congreso internacional revisara los acuerdos de San Stefano. Antes de que este congreso se reuniera, rusos, austriacos y británicos negociaron bilateralmente las bases de un entendimiento mutuo.

El congreso se reunió en Berlín, haciendo honor al papel de árbitro desempeñado por Bismarck en la diplomacia de la época, en junio de 1878, y duró un mes. Su acta final alteraba sustancialmente el tratado de San Stefano, de una forma mucho menos favorable para los intereses rusos. Aunque obtuvo compensaciones en Asia, la "Gran Bulgaria" prevista anteriormente, que Rusia consideraba su principal área de expansión, fue dividida en dos principados: Bulgaria, al norte de los Balcanes, y Rumelia al sur. Serbia y Montenegro mantuvieron su independencia, pero vieron reducidas sus adquisiciones. Bosnia y Herzegovina pasaron a ser ocupadas y administradas por Austria-Hungría a título provisional. Gran Bretaña ocupó Chipre. Lo mismo que en Viena, en 1815, el criterio básico del Congreso de Berlín de 1878, fue mantener el equilibrio de las grandes potencias. Las aspiraciones nacionalistas fueron completamente ignoradas.

Rusia se consideró absolutamente abandonada por Bismarck. El empeoramiento de las relaciones ruso-alemanas también tenía raíces económicas: en 1877, el gobierno ruso, por presión de los paneslavistas que deseaban frenar la creciente dependencia económica respecto de Alemania, elevó un 50 por 100 los derechos de aduanas, dañando gravemente a las exportaciones alemanas. En 1879, serían los rusos los perjudicados por la nueva tarifa proteccionista alemana. Pero fue, sobre todo, la frustración de sus aspiraciones de expansión en el sur de Europa, lo que les llevó a considerar el Congreso de Berlín como una coalición europea contra Rusia, dirigida por el príncipe Bismarck. Al día siguiente del congreso, el zar declaró muerta la entente de los tres emperadores.